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Las diferentes partes del ser humano según las culturas africanas

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La filosofía del antiguo Egipto presenta una visión compleja y profunda del ser humano. A diferencia de muchas religiones modernas que simplifican la existencia en términos de cuerpo, alma y espíritu, los antiguos egipcios reconocían nueve componentes distintos del ser humano. Cada una de estas partes desempeñaba un papel crucial en la vida y en la muerte, reflejando una cosmovisión rica en simbolismo y espiritualidad.

Esta percepción no se limita solo a Egipto, sino que es compartida por diversas culturas africanas, evidenciando una comprensión integral y sofisticada de la naturaleza humana. En lugar de reducir la existencia a meros aspectos físicos y espirituales, estas culturas consideran múltiples dimensiones del ser, cada una con su propia función y significado. Este enfoque holístico destaca la interconexión entre lo material y lo inmaterial, lo visible y lo invisible, ofreciendo una perspectiva única y profundamente espiritual sobre la existencia humana.

El número sagrado 9

El número 9 es considerado sagrado en muchas culturas africanas, y Egipto no es la excepción. En la civilización faraónica, el número 9 simbolizaba la plenitud y la totalidad. Esta concepción se reflejaba en la división del ser humano en nueve partes, cada una con funciones y características específicas. Esta división no solo demostraba una profunda comprensión de la naturaleza humana, sino también un intento de conectar la vida terrenal con la existencia espiritual.

Las nueve partes del ser humano

El Djet

El Djet, también conocido como sab, es el cuerpo físico. En vida, el Djet es la manifestación tangible de la persona, el vehículo a través del cual se experimenta el mundo material. Tras la muerte, el cuerpo físico se transforma en el Khat, una entidad putrescible y corruptible. Esta transformación subraya la creencia en la transitoriedad del cuerpo físico y la necesidad de embalsamarlo para preservar su integridad en el más allá.

El Sahu

El Sahu es la entidad espiritual del cuerpo que lo rodea y lo protege. Es una especie de cuerpo espiritual que continúa existiendo después de la muerte. El Sahu representa la inmortalidad del cuerpo espiritual, sugiriendo que, aunque el cuerpo físico se descomponga, existe una versión etérea que perdura. Este concepto es fundamental para los rituales funerarios y las prácticas de momificación, que buscan asegurar la integridad del Sahu en el más allá.

El Khaibit

El Khaibit es la sombra del cuerpo físico, una presencia siempre presente pero generalmente invisible. Esta sombra se convierte en Shout cuando se separa del cuerpo y se hace visible bajo la luz. El Khaibit simboliza la dualidad de la existencia humana: una parte visible y tangible, y otra oculta e intangible. La sombra, aunque invisible, es una parte integral del ser, representando aspectos ocultos de la personalidad y la esencia.

El Ba

El Ba es el alma dinámica, móvil y volátil que protege la momia y proporciona el aliento vital al ser humano. A diferencia de otras partes del ser, el Ba tiene la capacidad de moverse libremente entre el mundo de los vivos y el de los muertos. En las representaciones artísticas, el Ba a menudo se muestra como un pájaro con cabeza humana, simbolizando su capacidad de volar y su conexión con lo divino. El Ba es esencial para la regeneración y la inmortalidad, ya que debe regresar al cuerpo para mantener su vitalidad en el más allá.

El Ren

El Ren es el nombre de la persona, que revela su esencia ontológica. En la cultura egipcia, el nombre no es solo una etiqueta, sino una parte integral de la identidad del individuo. Se creía que conocer el nombre verdadero de una persona daba poder sobre ella, y por eso se otorgaban nombres cuidadosamente seleccionados que reflejaban la naturaleza y el destino del individuo. La preservación del nombre era crucial para la inmortalidad, y los nombres eran inscriptos en monumentos y tumbas para asegurar que perduraran a lo largo del tiempo.

El Ka

El Ka es la fuerza vital trascendental, el receptáculo de la energía divina. Es el doble espiritual del individuo, creado al mismo tiempo que el cuerpo físico. El Ka necesita ser alimentado después de la muerte, lo que explica las ofrendas de comida y bebida en las tumbas. Este concepto subraya la interdependencia entre el mundo de los vivos y el de los muertos, y la necesidad de mantener una conexión continua a través de rituales y ofrendas.

El Ib

El Ib es el corazón, no como órgano físico, sino como el asiento de la conciencia, el pensamiento, las intenciones y las emociones. En el juicio de Osiris, el Ib es pesado contra la pluma de Maat para determinar la pureza del alma. El corazón, como centro de la moralidad y la conciencia, es esencial para la transición al más allá. Si el corazón es puro, el difunto es admitido en el reino de los dioses; si no, su alma es destruida.

El Sekhem

El Sekhem es la fuerza irresistible que puede proteger o destruir al ser humano. Es una manifestación del poder divino y la autoridad. Los faraones a menudo se representaban con un Sekhem, simbolizando su poder y capacidad para gobernar. En la vida cotidiana, el Sekhem puede influir en la fortuna y la protección de una persona, actuando como un guardián contra las fuerzas malignas.

El Akh

El Akh, también conocido como Ak, es el espíritu luminoso e imperecedero del difunto resucitado. Representa la inmortalidad y la transformación del alma en un ser eterno y glorioso. El Akh es la culminación de la existencia espiritual, el estado final al que aspira el difunto. Este espíritu resucitado es capaz de interactuar con los dioses y participar en la eternidad, asegurando que el individuo no solo sobreviva a la muerte, sino que florezca en el reino divino.

Conclusión

La visión del ser humano en el antiguo Egipto y otras culturas africanas ofrece una perspectiva rica y detallada sobre la naturaleza humana, dividiendo el ser en nueve partes interrelacionadas. Esta complejidad refleja una comprensión profunda de la vida, la muerte, y la interconexión entre lo físico y lo espiritual. Los antiguos egipcios creían que cada una de estas partes debía ser atendida y preservada para asegurar la inmortalidad y la armonía en el más allá. Esta concepción holística del ser humano sigue fascinando a los estudiosos y revela la sofisticación de la espiritualidad africana.

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